El DUENDE

 

El Duende.

El hombre que caminaba en el bosque, sin darse cuenta, se había apartado de su camino. Marchó durante varias horas sin rumbo y luego se dijo:
-Estoy perdido-.
Quiso tomar el sol de referencia. Luego miró hacia el horizonte en medio de la selva misionera y se volvió a repetir:
-Estoy absolutamente perdido en el monte-.
Tenía pocas reservas. Solo su bastón para espantar serpientes y un pequeño saco, donde guardaba algunos bocadillos.
Debía llegar a casa de su tío antes de que anocheciera, pero el sol se ocultaba rápidamente sin tregua. Entonces se sentó a pensar cómo salir de aquella situación. Fue cuando, de entre el follaje, una figura pequeña emergió de entre los arbustos altos.
Era humanoide, de orejas largas y en punta. De piel amarronada y vestía como un humano. Con pequeños pantalones, tiradores de cuero y un sombrero anticuado hecho de paja. Tenía un trozo de hierba seca en su boca, como un mondadientes.
El hombre lo miró fijamente y luego pregunto:
-¿Y tú quien eres?-
De inmediato, aquel hombrecillo se ocultó en la maleza, lejos de la vista del hombre.
El hombre no prestó demasiada atención a aquella extraña aparición, tenía otras preocupaciones más importantes que atender.
Entonces el sol comenzó a caer en el horizonte y el forastero, juntó algunas ramas secas para hacer un fuego. Esto es porque de día, con el sol, el clima suele ser muy caliente, pero por las noches, la temperatura baja estrepitosamente y hace mucho frío. Delineo un perímetro a su alrededor y se recostó cerca del fuego.

Entonces el pequeño volvió a aparecer de entre los arbustos y se quedó parado allí, mirando al hombre acostado. Minuciosamente le quitó su saco de provistas, pero entonces el hombre, despertó, y lo tomó de su cabellera, reduciéndolo en el suelo.
-Ahora pequeño, vas a decirme quien eres o voy a cortarte en pedacitos y a cenarte como si fueras un pavo-.
Está bien, está bien, dijo la criatura. Soy Rokestri.
¿Rokestri? que clase de ser es ese.
A lo que el pequeño contestó:
Rokestri es mi nombre, idiota. Yo soy un duende, o como ustedes suelen llamarnos, coquenas. Cuido los maizales de los que rinden tributo a mi amo y les robo también. Los otros campos, solo los quemo.
-¿Por cigarros?- dijo el forastero.
-No. Solo por diversión Zopenco.- Y el duende se echó a reír a carcajadas del pobre humano. 

El hombre se quedó mirando al duende por un momento y luego pensó: Si es un duende como el de las historias de duendes, entonces debe tener oro escondido. Entonces comenzó a reír con el duende, pero esto no le gustó para nada al duende, porque él se reía del hombre por lo estúpido que era, pero ¿él, de que se esta riendo?
-Mira pequeño, seguro tienes una guarida donde vives, y allí tienes sacos de oro, porque se que los duendes esconden oro. les encanta su brillo.

Jajaj, el duende se rio y dijo: ¿Qué te hace pensar que voy a llevarte hasta mi casa para darte mi oro cabrón?
El hombre tomó al duende por su cabellera,  y lo sostuvo sobre el fuego de la hoguera durante unos segundos.
No, maldito, no me quemes, hay! hay! 
Si oro es lo que quieres para dejarme libre, oro tendrás. Todo un saco de piedras de oro. Solo para ti. Pero debemos entrar al interior del bosque y allí la luna es diferente. El viento no es igual que aquí ¿lo entiendes?
El hombre comenzó a pensar que todo aquello podría ser una alucinación de su mente. Pero luego se dijo:
¿Y si es verdad?
Entonces, deshizo el saco a tirones y construyó unas sogas con las que ató bien al duende, para que este no se escapara y partieron entre la selva, en medio de la oscuridad, a los dominios de aquel duende.

Media hora más tarde, llegaron a un agujero en un tronco viejo, y el duende dijo:
Aquí es. Yo entro por el oro y tu espera aquí.
A lo que el hombre dijo:
A, no señor. ¿de veras me crees un idiota? vamos juntos por el oro y yo te suelto, cuando me des el saco lleno de oro.
Así que entra tu primero, duende del demonio y yo voy detrás de ti, como tu sombra.
-Está bien, está bien- dijo el pequeño. Entonces vamos mejor a donde se encuentra el oro y alejémonos de este maldito agujero lleno de serpientes.
-Maldito tramposo. ya decía yo. No se puede confiar en un duende.

Entonces caminaron unos metros más y llegaron a un descampado, donde había un viejo Tótem.
El hombre dijo:
-Qué demonios es esto.-

Y el pequeño agregó: ¿Qué demonios es? Solo hay que esperar un par de horas más y lo veras.
Escucha pequeño, es la primera hora de la madrugada. ¿Tú dices que esperemos hasta las 3hs?
Y el pequeño le dijo :
A las tres, treinta. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Tres, treinta es la hora, donde veras tú oro, en un enorme saco. Piedras del tamaño de rocas, que apenas podrás cargar, lo prometo. Pero, hay que esperar hasta las 03:30 de la madrugada.
    Entonces, el hombre estacó al duende cerca del Tótem y solo cuando estuvo seguro de que ya no escaparía, se recostó para quedar profundamente dormido.
Y se hicieron las tres, treinta. Y el Tótem comenzó a iluminarse de un rojo muy intenso.
El pequeño dijo: ¿Ahora me crees? Suéltame, suéltame,  antes de que mi amo llegue.

Entonces el hombre soltó al duende y se puso de pie, asombrado por lo que estaba aconteciendo.

Una enorme figura emergió del Tótem. Era un ser extremadamente poderoso. Tenía una piel rojiza y una cola larga. Sus piernas parecían de un toro y su cabeza era la de un macho cabrío con astas gruesas y altas. Sus ojos comenzaron a encenderse, como el mismo sol en el espacio. Un refulgir que enceguece a quien le mira atentamente.
Entonces, la figura preguntó al duende:

¿Es esto lo que me pudiste conseguir?

-Te pedí una mujer, estúpido duende, no un macho antropomorfo-.
Y luego de gruñir un rato, mientras el hombre permanecía gélido por la escena delante de él, la bestia dijo:
Te daré solo tres piedras por él.
-Pero mi señor... Mi Señor. Tres piedras.- y suspirando agregó: Tres piedras, será más que suficientes para mi-. Dijo el bufón, mientras se arrojaba al suelo para reverenciar a la bestia.
Entonces, los ojos de la bestia comenzaron a refulgir y en ese brillo intenso, el forastero quedó en trance. Inmóvil. Sin poder pensar en nada. Sin poder hablar. Apenas respiraba, de pie, frente a la bestia.

-Escucha duende idiota. Tráeme una mujer, que cargue un niño en sus entrañas. Te daré cinco sacos de oro, la quiero lo antes posible. tengo mucha hambre. Y tu sabes que no puedo salir de este lugar maldecido. La mujer debe estar en cinta, idiota. No me falles o me comeré a tu prole también Rokestri. Ahora vete. Anda, corre.

Y el duende, tomó sus piedras y se retiró diciendo:
Si mi amo, aré tal como usted lo habló.
        Y el hombre seguía observando en silencio, a aquella bestia de ojos de fuego, suspendido en los cordeles del aire, atrapado por aquella efigie y su hipnótica mirada.
Y la bestia giró sobre su espalda, y su boca se hizo grande como la de un dragón de 100 codos de ancho. Y devoró al hombre que yacía inmóvil de un solo bocado. Sin mediar palabra alguna. Desapareciendo bajo la sombra que aquella extraña luna proyectaba, en el árido suelo rojizo de Misiones.

Seguramente, se preguntarán como supe de esta historia tan peculiar. Bien, les diré que, aunque casi me cuesta la cabeza y la vida de mis malditos hijos, pude encontrar una mujer en cinta, justo a tiempo, para mi amo. jajajajajajajaja!  

El Duende: Por: Luis Sadra.


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Atte: Luis Sadra.

 

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