La Mansión del fin del Mundo.


LA MANSIÓN DEL FIN DEL MUNDO.



                                  Un hombre recibe por correo dos pasajes a Nueva Zelanda y una nota que dice: Hola Raúl, soy Andrés Camaglia, tu amigo de la preparatoria. El sábado es mi cumpleaños y quisiera que estés con tu esposa en casa unos días. Sé que no la has pasado bien económicamente y me tomé el descaro de enviarte una tarjeta de crédito a tu nombre, con dinero suficiente como para que compren lo que crean necesario para vestirse y disfruten del viaje. Estando en Buenos Aires, de hecho, el viaje a Nueva Zelanda solo son 13 horas. Y adjuntaba una foto de él y su joven esposa en el sobre. Realmente, a lo primero fue un rotundo no, pero luego nos acercamos a un banco y preguntamos si la tarjeta era válida. Había 300 mil pesos cargados a mi cuenta. Llenamos algunos formularios y entonces no lo pensamos más. Esa tarde fuimos de compras y el viernes volamos a Nueva Zelanda. No sacamos pasaje de vuelta, porque Andrés especificó que si nos gustaba el lugar, podríamos quedarnos el tiempo que quisiéramos.

Cuando llegamos, el clima era cálido. La gente muy amable y lógicamente nos esperaba un auto contratado por Andrés y fuimos directamente a su domicilio. Yo, aún estaba impresionado por el viaje en avión que había vivido y que no estaba en mis planes de vida, como muchas otras cosas. Cuando llegamos, nos encontramos con una mansión increíble. Rodeado por un imponente bosque por un lado y un lago de agua cristalina. Las montañas en el fondo daban una postal que se escapaba de un cuento de hadas. Ambos estábamos con los ojos abiertos, como si quisiéramos atesorar cada lugar que mirábamos, a cada instante en nuestra mente para siempre.

Y allí estaban ellos, esperando en la entrada. Las enormes rejas se abrieron y el auto nos dejó 200 metros más adelante, donde había una pequeña rotonda y la escalinata a la puerta de la mansión.

Al bajar del auto, me abrasé a Andrés con fuerza y pudo notar lo emocionado que estaba. Agradecido por esta travesía y al mismo tiempo, agradecido a la vida por poder volver a verle, después de casi treinta años. Habíamos sido muy compinches en la secundaria. Seis años de puras emociones, que al terminar el ciclo, se esfumaron de la vida como humo de un viejo cigarro que se apaga. Su mujer se llama Cintia, habla muy bien el castellano y es realmente una mujer muy hermosa. Sofía mi mujer estaba radiante en ese vestido que se compró y deslumbró a Andrés que dijo de inmediato:

-Valla amigo, tu sí que no perdiste tiempo. Has encontrado una verdadera joya en tu mujer, te felicito. Pero vamos. Entremos a la casa. Hay mucho de qué hablar.-

Entonces Cintia nos mostró nuestra habitación en la segunda planta y nos pidió que nos pongamos ropa cómoda, bien de entre casa, que iríamos al jardín a comer algo.

-¿Les parece media hora? luego solo bajen y salgan al patio trasero. Allí estaremos. Cualquier cosa me llaman por este intercomunicador en la pared.

Agradecidos y fascinados no sabíamos que vestir, pero en veinte minutos ya estábamos listos y apreté el botón del intercomunicador, a lo que una voz suave me dijo:

Bienvenido Raúl a la mansión del fin del mundo. Buscando a Cintia en la casa, espere por favor. Quedé congelado frente aquel aparato y unos segundos después es la voz de Cintia, diciendo:

Ya están listos, bueno, bajen que los espero al final de las escaleras.-

Le comenté lo del intercomunicador a Andrés. La mansión del fin del mundo. Interesante nombre para una mansión impresionante. - a lo que me contestó:

Esa es Ámbar, una computadora que se encarga de casi todo en la casa. Nos mantiene informados del clima, de las noticias en el mundo. Se encarga de la seguridad del perímetro para nuestra protección. Tiene todo bajo control. Funciona con un generador solar y también se alimenta de un generador hidráulico, con una corriente de agua que pasa por debajo de la mansión. Jamás se desconecta sin la clave correcta. Cintia conoce la mitad de la contraseña y yo la otra, Jamás tuvimos problemas con invasores en esta casa. Hay perros de caza en todo el derredor de la cerca, son como lobos hambrientos.-

Impresionante, contesté mientras me percataba que había uno de estos aparatos en casi todos los muros de la mansión.

Hablamos durante horas. Nos pusimos al día casi por completo. Pero mientras disfrutábamos del maravilloso encuentro, me vino a la mente algo que mi madre me decía de pequeño:



“Nadie te regala nada por nada”



Y algo de eso fui descubriendo muy rápidamente. Entonces llegó el momento de la pregunta que quería hacerle a Andrés desde un principio. El clima de la conversación estaba en su punto álgido y ya había suficiente confianza recobrada entre ambos. Mientras fumábamos un cigarro en una banca, con el lago frente a nosotros le pregunte:

-Y dime Andrés ¿Cómo llegaste a tener todo esto?. Si mal no recuerdo, tú vienes de una familia humilde como la mía y eras muy malo con las matemáticas. ¿Cómo le hiciste hermano?-

-Sabes, me dijo, todavía hay mucho tiempo. Ya lo descubrirás, te lo prometo.-

Fingí que todo seguía bien con una sonrisa, pero que evadiera una pregunta así, me dejo un poco preocupado.

Entonces llegaron las chicas a la banca. Cintia preguntó:

¿Les gusta hacer deportes?

Les propongo que mañana a la mañana hagamos una caminata por el bosque. Prometo no salir del perímetro de la casa. Solo para que vean un poco la naturaleza de cerca.

Nos miramos con Sofía y ambos dijimos que sí, eso sería una experiencia agradable.

Cuando llegó la noche, nos acostamos con Sofía en la cama y cuando apagamos la luz, le dije discretamente.

Hay algo que no me está dejando disfrutar de todo esto. Algo que no me cierra del todo. Pásame el celular del cajón que quiero mandarle un mensaje a mi hermano. Como te habrás dado cuenta, todo pasó muy rápido y no avisamos a nadie donde iríamos y cuanto tiempo estaríamos acá. Creo que mi hermano debe saber dónde estamos. Le enviaré un texto.

Pero para mi sorpresa, no había señal. El celular de Sofía tampoco tenía recepción. Entonces intenté con el teléfono de línea que había en la mesa de luz, junto a la cama. Pero cuando terminé de marcar, salió la voz de aquella computadora diciendo:

Es imposible hacer esta llamada. Gracias por estar en la mansión del fin del mundo. Disfruten su estancia.-

Probé varias veces y me contestó la máquina, el mismo mensaje.

Esto me tenía muy preocupado y no me dejó descansar. Mi cabeza iba a mil. Pensaba infinidad de cosas. La computadora que controlaba toda la mansión. Andrés evadiendo la respuesta a una pregunta simple. Nada me cerraba como para dejarme tranquilo. Luego pensé que ya era sábado y que en la fiesta seguramente me enteraría de algunas cosas que me tenían intrigado, y me dormí.

Al llegar la mañana, la computadora avisó que teníamos treinta minutos para ponernos el equipo de expedición. Yo me pregunté si había escuchado bien.

-¿La computadora dijo, equipo de expedición, o escuche mal?-

Sofía estaba levantada y mirando unos trajes de Neopreno sobre una silla. Zapatillas con suela de agarre, un reloj con cronómetro de pulsera y un radio de comunicación UHF. La verdad, no me parecía un equipo de expedición, le dije a Sofía, pero ella ya tenía el traje puesto y estaba más que entusiasmada por empezar.

Cuando ambos estábamos preparados, la puerta de la habitación se abrió sola. Eso me asustó bastante, pero lo que dijo la computadora me dejó perplejo:

-Este es un juego de simulación preparado para ustedes. Ahora deben salir de la casa y lograr encontrar a Cintia y Andrés en todo el perímetro de la mansión. En el salón principal encontrarán armas que disparan balas de pintura. El objetivo es, eliminar a Cintia y a Andrés antes de que ellos los encuentren a ustedes. Mucha suerte. La casa se cerrará en su totalidad en ciento veinte segundos a partir de que recojan sus armas. Durante el juego, las puertas permanecerán cerradas, no intenten ingresar.

Corrimos a la planta baja, tomamos las armas de una mesa y salimos corriendo hacia afuera.

Le dije a Sofí. Esto no me gusta nada nena. Intenta ver donde está Cintia o Andrés con el comunicador y dile que detenga esto, no me siento con ganas de jugar y correr entre una selva que desconozco.

Entonces comenzamos a intentar hablar con Andrés. Pero no nos contestaba. Así que nos internamos en el bosque para ver si lo veíamos. Buscamos durante casi una hora y nada. De repente una silueta por entre los árboles parecía ser Cintia. Y comencé a gritarle:

Cintia, estamos acá. Disculpa, pero no queremos jugar a esto. Podría ser peligroso. Sofía casi cae por un risco hace un rato. No conocemos bien el lugar. Entonces sentí el impacto en mi brazo izquierdo.

Diablos, me disparó.

Ellos tienen pintura roja y nosotros azul. Dijo Sofía mientras nos ocultamos en los árboles.

Entonces Sofía comenzó a disparar en dirección a Cintia. Las manchas en los arbustos decía que Sofía tenía razón, nuestra pintura era azul. Pero note algo que nos dejó confusos.

Sofía, su pintura no es roja. Le dije.

Si, dice Sofía, tu brazo esta todo manchado de rojo.

Esto no es pintura roja Sofía, es mi sangre. Me está ardiendo mucho. Puedo sentir el proyectil en mi brazo punzándome. Y arranqué un poco del traje y ambos vimos el orificio que tenía en el brazo.

Están disparando con balas de verdad.

Entonces Sofía comenzó a gritarles:

Raúl está herido. Qué clase de juego es este. Están disparando con balas reales y nosotros solo pintura.

A lo que le dije:

Sofía, no grites más. Delatas tu posición. Esto es real. Nos están cazando. Vamos a tener que salir de este lugar arrastrándonos. Seguro ya nos están cercando.

No terminé de decirle eso que otra bala golpeó el árbol que me protegía con tanta fuerza que arrancó parte de su corteza.

Bien ahora es cuando. Arrástrate cuerpo a tierra hacia debajo de la pendiente. Rápido y sin levantar la cabeza.

Sofía estaba alterada y yo realmente enojado, pero no era tiempo de hacerse preguntas. Debíamos salir de ahí rápidos y silenciosos.

Bajamos hasta la ladera del lago y nos metimos en el agua. Le expliqué a Sofía que solo era un segundo salir a tomara aire, luego había que bucear hasta la otra orilla. Aún así, no sabía si ellos nos estaban mirando. Finalmente llegamos a salvo al otro lado. Subimos arrastrándonos por la pendiente hasta ocultarnos entre la maleza. Había un tronco bastante grande tirado entre dos árboles. Le dije a Sofía. Hagamos un pozo, lo más profundo que podamos. Aprovechamos la tierra blanda para hacerlo bien hondo. Luego lo cubrí con algunas ramitas largas y lo tapé con pasto seco. Todos los movimientos que hacíamos lo realizábamos arrastrándonos por el suelo. No asomábamos la cabeza para nada. Le dije que se alejara de aquel lugar lo más que pueda. Unos treinta o cuarenta metros y que buscara un árbol alto y ramoso que pudiera trepar y ganar mucha altura. Mientras tanto, me puse del otro lado del tronco caído y con una rama comencé a frotar para hacer un fuego. De pronto, el comunicador sonó:

-Vamos Raúl, apuesto que no te esperabas un juego como este. Te preguntarás que es toda esta mierda. ¿Aún quieres saber cómo hice esta fortuna? 50 millones de dólares es un número muy reconfortante para un pobre taxista de Buenos Aires. Solo se trata de jugar este juego y terminar con el oponente antes de la media noche. Solo eso. Cuando llegué aquí, fui invitado por mi cuñado y su amante, porque no sé si sabes que Claudia murió en un accidente hace 20 años. Mi hermana era una buena persona y fue atropellada por un cabrón ebrio que solo estuvo cuatro años en la cárcel. ¿Crees que eso es justo? Pues no amigo. Por eso acepté venir aquí. Mi cuñado quiso que lo ayudara con el trabajo de la casa. Cuando el amor por su mujer me transformó la vida, lo envenené mientras cenábamos. El aún estaba muerto en la mesa cuando su mujer y yo lo hacíamos en la habitación donde estaban ustedes. A la madrugada lo enterré cerca del lago. Tan profundo que estuve una semana rellenando aquel hoyo.

Entonces tome el radio y le dije:

Déjame adivinar. Cintia era la esposa de tu cuñado.

A lo que él dijo:

Adivinaste perro. Con ella las cosas comenzaron a marchar. Apuesto que no sabías que mi hermana tenía una póliza de seguro de vida millonaria. El se mereció morir como un perro. Ahora les toca a ustedes. Lo siento viejo amigo, no pude pensar en nadie más para esto.

Entonces le dije. Pero nosotros no tenemos seguro de vida Andrés.

Y él me dijo: Ahora si lo tienes. Recuerdas haber firmado en aquel banco para que te habiliten la tarjeta de crédito. Pues mi amigo el banquero, te hizo firmar un seguro por 150 millones. Y ¡adivina a nombre de quien está si te pasara algo! Pues sí, adivinaste.

Mientras él decía estas cosas, yo logré encender el fuego. Entonces me arrastré para ocultarme. Dejé el radio metido bajo el tronco del otro lado, y me cubrí con restos de maleza que había por todas partes.

Cinco minutos después observé a Andrés bajar cubriéndose entre los árboles, como un soldado entrenado. Cintia permanecía a su lado, haciendo todo lo que él hacía. Se hicieron unas señas y ambos atacaron la posición del tronco como si estuviéramos ahí. Andrés pisó la trampa y se rompió un tobillo. Cintia quedó de espaldas a mí y logré golpearla con una piedra bastante pesada. Le quite el arma y solo me senté frente a Andrés, a escucharlo gritar de dolor.

Sofía apareció de entre los árboles y preguntó sobre la clave para abrir la mansión. A lo que Andrés contestó. HRN5, esa es la mitad. Para saber la otra mitad de la clave, van a tener que conseguir una ouija, porque asesinaron a Cintia. Entonces le pegué un tiro en la rodilla. Justo la pierna contraria de la quebradura. Le pedí a Sofía que se alejara un poco, que esto iba a ser feo y doloroso.

Bien Andrés parece que recién empezamos. Solo quiero saber cómo salgo de aquí y solo me iré por donde vine. Tú te recuperas y sigues tu camino. Solo te costó a Cintia, no hagas que cueste tu propia vida, porque me voy a tomar todo el tiempo del mundo para hacerte sufrir como un perro.

No hay forma de salir de esta mansión Raúl. Ámbar, la computadora, controla todo esto. Utiliza a las personas humildes para hacerles creer que van a tener dinero, pero es ella la que acumula dólares en diversas cuentas. Te provee de lo necesario hasta que otra familia llega, con sus seguros de vida millonarios. Esta máquina es ambiciosa. Tiene inteligencia propia y la está usando para hacerse cada vez más poderosa. Descubrí entre los papeles cuentas millonarias provenientes del narco tráfico y de sectores que compran armas. Está organizando una guerra entre hombres. Tiene el poder, porque está llenando sus arcas de dinero. Tiene acceso a casi toda la red y no pueden rastrearla, porque todo hoy lo haces por Internet. No estoy mintiendo. La computadora maneja todo y ella sabe qué hacer. No puedo ayudarte, por favor, entiende eso. Solo te pido que no me dejes vivo. No quiero que me devoren los perros de caza que tiene entrenados en los perímetros. Te necesita vivo. Tu ganaste el juego y ahora estas a cargo de todo, solo tienes que asesinar a los nuevos visitantes de la mansión, cuando estos lleguen. Y créeme, llegarán.

Antes no era nada. Pensé que lograría salir de la ruina económica y mira donde estoy. Amigo, solo mátame. Los perros vendrán a devorarme esta noche y no quiero estar vivo cuando eso pase. Sálvate tú y tu esposa. Perdóname amigo, por pensar en ti. Dijo Andrés moribundo.

Entonces me detuve a pensar por un instante y apoyé mi arma sobre la cabeza de Andrés y le volé los sesos.

Sofía regresó y dijo:

¿Pero qué hiciste? ¿Cómo vamos a salir de aquí ahora?-

Entonces le dije:

Vamos. Volvamos a la mansión.

Cuando llegamos a la puerta de la mansión, la entrada se abrió sola y la voz de la computadora dijo:

Bienvenidos Raúl y Sofía. Ambos ganaron la partida y son los nuevos herederos de la casa. Hay 487.000 millones de dólares a su disposición en 33 cuentas bancarias diferentes. ¿Desean algo más?

Si, ahora que lo mencionas. Quisiera saber cómo tengo acceso al mantenimiento de tu unidad, no queremos que algo te pasara y no sepamos qué hacer.

Entonces la computadora se demoró unos instantes en responder y luego dijo:

Bien, en el hogar a leña de la sala hay un reloj antiguo de agujas. Detrás está un botón. Opriman el botón y se abrirá el compartimiento donde está la central de datos y mi unidad de procesamiento. Necesito que el suministro de agua no se corte, para que pueda enfriar mis procesadores y unidades de disco sólidos.

Por cierto, mi nombre es Ámbar.

Ok Ámbar, vamos a controlar que todo este de maravilla. Porque no nos preparas una buena ducha en el jacuzzi, estamos exhaustos.

Entonces miré a Sofía y creo que ambos pensamos lo mismo. Así que esa misma tarde Ámbar fue desconectada. Ya no hacía falta que estuviéramos en aquella mansión. Tomamos las tarjetas, el auto y esa misma noche estábamos de regreso en Buenos Aires.

Para mi sorpresa, cuando llegamos no pudimos usar ninguna de las tarjetas. Estábamos justo donde estuvimos en el principio, con muy poco dinero.



La vieja Ámbar me hizo creer que la había desconectado. Pero su verdadera alma electrónica, esta resguardada en un lugar de aquella mansión, absolutamente a salvo.

En dos semanas, una carta llegó a una familia, con la propuesta de cuidar de una mansión, a cambio de un dineral. Una tarjeta de crédito que había que habilitar en el banco y 300 mil pesos. Ámbar seguía teniendo el control de todo y su inteligencia artificial estaba intacta.

Aquel macabro artefacto continuaría con su maléfica organización, y lo peor de todo, no había quien pudiera detenerle, porque no había nadie que creyera lo que habíamos vivido en aquella mansión del fin del mundo.

Unos días más tarde, el timbre de la puerta de casa sonó varias veces. Abrí y había dos hombres parados frente a mi puerta. Ambos lucían trajes negros y anteojos oscuros. Uno de ellos dijo:

Señor Raúl Quintana, mi nombre es Inspector Leiva. Soy de la unidad de finanzas internacionales. El, es un agente del FBI. Tenemos unas preguntas que hacerle.

Sabían todo sobre las estafas a personas con pólizas de seguro. Supieron de mi cuenta de 300 mil pesos y que se había esfumado el dinero en menos de 48 horas. Hay personas desaparecidas involucradas en esta investigación. Que puede decirnos al respecto.

Entonces comencé a contarles todo. Con lujo de detalle.



“Las revoluciones como la llegada de la Inteligencia Artificial, pueden ser lo mejor o lo peor que le suceda a la raza humana.” Stephen Hawking.

                                       

                                                                          FIN

                                                                                                                         Por: Luis Sadra.

©Copyright.
Enero 2019.

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