Con el último aliento en las sombras.


CON EL ÚLTIMO ALIENTO EN LAS SOMBRAS


Una palabra atraviesa el elemento en un aura sigilosa desde el Éste. 
Me advierte de mis intensiones profanas, 
De las nefandas conjeturas de mi corazón resquebrajado. 
Pero mis oídos se tienden apagados. 
Silenciados en una depresión omnipotente 
Que me tiene atrapado en un frío suelo y la nada. 
Y en esa penumbra imperceptible, 
mi alma se entrega… 
como un ave al céfiro envenenado de un espíritu perdido. 

¡Un poco de estímulo, por un alma condenada! 

¡Un rocío de ánimo, por una mente desviada! 

Y así caí en el hechizo de ese pacto. 
Abandonando esa fe que sostenía mis raíces. 
En la lejanía, bajo nubes borrascosas de un cielo indiferente 
levitando a la deriva en el pensamiento reflexivo de mi instinto, 
mi boca intenta pronunciar su nombre. 
Otra vez el espejismo de una fe que me sostiene inmune 
Pero que murió mientras mi avaricia aguijoneaba mi carne 
en esa dosis letal de anarquía. 
Obligándome a descender al averno... 
Y naufragar en su laberinto de cráneos rumorosos 
Que se quejan eternos, olvidados por el tiempo. 

Y lo busco en el viejo cruce desértico donde alguna vez nos vimos. 
Grito su nombre mientras la oscuridad se hace más intensa. 
Clavo mis uñas en el muro de aquel vacío, 
Intentando alcanzar su ojos llameantes en el silencio 
Pero ya no soy aquel sirviente de sus deseos 
Y mi alma ya no me pertenece. 
Mientras intento consolar el poco espíritu que me queda. 
Alzo mis ojos al viento que arrastra las nubes 
Y cuento los segundos de mi contrato 
En el roce imperceptible de mis dedos… 
Soy esa neblina que se dispersa. 
Ese viento que jamás pasó. 

¿Hay algo más bajo que intentar recomprar tu propia alma al diablo? 

La soledad, es un manto inmaculado que cae sobre mi razón, haciéndome invisible. 
La tristeza, mi eterna sombra encadenada en mis alteradas codicias. 
Y en las canteras pútridas 
Mis ojos presencian desahuciados, 
Como me hago uno, con la nada. 

-.- 



                                                                                                                           Luis Sadra.
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Enero 2019


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