La mujer en el espejo
La mujer en el espejo.
Aquella extraña figura en el espejo jamás me abandonó. Sigue tras de mí como un alma que solo se desnuda ante mis ojos. Y mientras la noche cae como estrella fugaz en el horizonte lejano, mi corazón se desploma ante sus ojos inciertos. Esa mirada sin ver, que me arrastra a un vacío del que no logro escapar. Y cuando atravieso el espejo, siento que ella y yo somos la misma persona. El mismo espíritu embalsamado en el tiempo. Con una historia triste que contar. Desamparadas por un viento que nos engañó en su brisa y nos abandonó en el silencio. Nada de ella es malo. Algo en su interior la tiene asustada, pero en el fondo, es un alma en pena, que no entiende el dolor que la agobia. Yo quisiera explicarle que la entiendo, pero su razón se congeló en aquel lugar lúgubre que la tiene atrapada y sin vida. Cuando estoy con ella, parece querer que no me aleje. Como si quisiera jamás volver a sentir esa sensación de abandono. Y mientras escarbo en su mente, en sus latidos muertos, descubro una mujer atormentada por algo que la tiene atada en el silencio.
Hoy somos más, le susurro al oído. Este tiempo es para nosotras. Para poder hablar de aquellos estigmas que tantas veces nos hicieron llorar en soledad. Calladas. Inmersas en el que dirán. Quien va a escuchar mi historia. Entonces le digo:
Hoy somos más. Todas estamos contando nuestras penas al viento y dejando que emerja cada hecho por más lejano que esté. Hoy es tiempo de contar con nosotras mismas. Porque el mundo está escuchando de miles de mujeres que se atreven a confesar sus dolores. A mostrar sus cicatrices. Hoy es ese tiempo. Y cuando dejo el espejo, ella regresa a mí y lo dice todo. Ella falleció por no ser escuchada, pero si nadie habla por ella, entonces su dolor será eterno. Yo la miro detrás de ese vidrio infinito y me comprometo a contar todo lo que me habló en el vacío.
La integridad y la justicia por fin hablan. Se clavan en las mentes las palabras de miles de mujeres que sufren por abuso. Por violación. Por maltrato físico. Por maltrato psicológico. Por violencia de género. Por el placer de un sádico, que no comprende que somos la parte esencial de una raza llamada humanos.
La miro a los ojos y ella pone su mano en aquel vidrio. Esa es la señal de que confía en mi. Para que hable por ella. Para que su alma encuentre el descanso eterno.
Los mártires mueren injustamente, pero se reivindican en la vos de aquellas y aquellos que nos unimos para que esto no pase más.
Y me uno a ese sendero que fue hecho a corazón, en un mundo que se olvidó, que somos parte de él.
Lo que empezó en este tiempo jamás va a detenerse. Somos la fuerza que impulsa ese espíritu de buscar una mejor calidad de vida. Un mundo donde ya no pasen estas cosas aberrantes.
La miro a los ojos y me lleno de esa fuerza que todas necesitamos y cada día somos más.
Brindo por un mundo diferente. Donde mujeres y hombres conviven en paz. Aprendiendo del dolor todo aquello que nos costó lograr. Hoy somos más. No lo olvides.
*La mujer del espejo.
Dedicada a aquellas mujeres que luchan día a día, codo a codo por un mundo sin diferencias. Por mi madre. Por mis hijas. Por mi como hombre, que también sufrí de abuso cuando era un niño.
F I N
© Por: Luis Sadra.
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