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MENTES NOCTURNAS

El DUENDE

  El Duende. El hombre que caminaba en el bosque, sin darse cuenta, se había apartado de su camino. Marchó durante varias horas sin rumbo y luego se dijo: -Estoy perdido-. Quiso tomar el sol de referencia. Luego miró hacia el horizonte en medio de la selva misionera y se volvió a repetir: -Estoy absolutamente perdido en el monte-. Tenía pocas reservas. Solo su bastón para espantar serpientes y un pequeño saco, donde guardaba algunos bocadillos. Debía llegar a casa de su tío antes de que anocheciera, pero el sol se ocultaba rápidamente sin tregua. Entonces se sentó a pensar cómo salir de aquella situación. Fue cuando, de entre el follaje, una figura pequeña emergió de entre los arbustos altos. Era humanoide, de orejas largas y en punta. De piel amarronada y vestía como un humano. Con pequeños pantalones, tiradores de cuero y un sombrero anticuado hecho de paja. Tenía un trozo de hierba seca en su boca, como un mondadientes. El hombre lo miró fijamente y luego pregunto: -¿Y tú quien eres

El Vuelo de la Cometa.

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  El Vuelo de la Cometa.                                                                                                       H ace algún tiempo, cuando las primaveras se llenaban de brisas y colores sobre el monte, mi hermano y yo salíamos a remontar nuestra cometa con el viento que soplaba constante del Este. ¡El Halcón Plateado! Tenía tres colas, una por nosotros y otras dos por papá y mamá. Era como ver un gran fénix en el cielo azul. Giraba en su base y caía en vuelo libre hacia el suelo, para remontarse como un enorme avión de combate por sobre las cabezas de todos los demás niños del pueblo, que quedaban boquiabiertos viendo al Halcón plateado hacer sus figuras en el aire. Era una cometa especial. Tenía trozos de papel de viejas cartas de mi padre, que tomamos sin permiso y que pegamos con engrudo liviano que mi madre nos preparó con mucho amor. La caña la habíamos tomado del maizal que mi familia tenía en el fondo de la casa, con el mismo que habíamos hecho nuestro espa
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El Vengador de la Sangre. “La venganza es el poder de los dioses” -Este es un relato de ficción. Cualquier semejanza con sucesos de la vida real, son meras coincidencias.-                     A lgunas personas caminan hacia la tormenta. No se ocultan de nadie. Solo escapan de sí mismas. Se adentran en sus propias sombras, para alejarse de aquel pasado penitente que los condena. Pero aquella oscuridad regresa vez tras vez, hasta que te das cuenta, lo inútil que es intentar desaparecer en la más profunda niebla. Atrapado en este bucle incierto de tiempo, donde nada parece estar en armonía con la realidad que se muestra ante mí, siento que debo guiarme por mi instinto más que por mi razón. En algún tiempo fui un soldado. Luché contra un enemigo poderoso. Pero no prevalecí. Aún puedo sentir la estaca de una bayoneta en mi vientre, como un fuego que me quema a través de la historia y que jamás se extingue. La soledad es mi aliada, mientras los pájaros huyen de mí. Soy un alma

Con el último aliento en las sombras.

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CON EL ÚLTIMO ALIENTO EN LAS SOMBRAS Una palabra atraviesa el elemento en un aura sigilosa desde el Éste.  Me advierte de mis intensiones profanas,  De las nefandas conjeturas de mi corazón resquebrajado.  Pero mis oídos se tienden apagados.  Silenciados en una depresión omnipotente  Que me tiene atrapado en un frío suelo y la nada.  Y en esa penumbra imperceptible,  mi alma se entrega…  como un ave al céfiro envenenado de un espíritu perdido.  ¡Un poco de estímulo, por un alma condenada!  ¡Un rocío de ánimo, por una mente desviada!  Y así caí en el hechizo de ese pacto.  Abandonando esa fe que sostenía mis raíces.  En la lejanía, bajo nubes borrascosas de un cielo indiferente  levitando a la deriva en el pensamiento reflexivo de mi instinto,  mi boca intenta pronunciar su nombre.  Otra vez el espejismo de una fe que me sostiene inmune  Pero que murió mientras mi avaricia aguijoneaba mi carne  en esa dosis letal de anarquía.  Oblig

La Mansión del fin del Mundo.

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LA MANSIÓN DEL FIN DEL MUNDO.                                   U n hombre recibe por correo dos pasajes a Nueva Zelanda y una nota que dice: Hola Raúl, soy Andrés Camaglia, tu amigo de la preparatoria. El sábado es mi cumpleaños y quisiera que estés con tu esposa en casa unos días. Sé que no la has pasado bien económicamente y me tomé el descaro de enviarte una tarjeta de crédito a tu nombre, con dinero suficiente como para que compren lo que crean necesario para vestirse y disfruten del viaje. Estando en Buenos Aires, de hecho, el viaje a Nueva Zelanda solo son 13 horas. Y adjuntaba una foto de él y su joven esposa en el sobre. Realmente, a lo primero fue un rotundo no, pero luego nos acercamos a un banco y preguntamos si la tarjeta era válida. Había 300 mil pesos cargados a mi cuenta. Llenamos algunos formularios y entonces no lo pensamos más. Esa tarde fuimos de compras y el viernes volamos a Nueva Zelanda. No sacamos pasaje de vuelta, porque Andrés especificó que si nos gu

El Flautista

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El Flautista.               E l niño, alzó su mirada hacia el edificio y pensó. Un día más de escuela. Un día más en el infierno. Y caminó hacia las escaleras mientras todos los demás entraban. Tomó el pasillo hacia su casillero y cuando lo estaba abriendo, los dos matones de cuarto año estaban detrás de él. -He, niño listo. ¿Traes el almuerzo que mamita nos envió? - -Eres demasiado inocente para saber lo que hay entre tu madre y yo, pequeño. Que te lo cuente ella. Ahora, dame ese almuerzo.- Tomaron el almuerzo del niño y lo patearon en el suelo un poco, para que recuerde quien manda allí. Entonces entró aquel muchacho nuevo. Tenía un pantalón con tiradores y una mochila gastada. Era patético. Olía a rayos y su rostro era muy particular. -Y tú que miras campesino. ¿Quieres unas patadas también? Vamos, lárgate de aquí antes de que te pise.- El niño nuevo caminó hasta el aula y los matones entraron detrás de él. La maestra guardó silencio. Sabía que eran capaces esos muchachos

Pensares

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                                                                             Pensares. Una suave brisa galopa por mi cuerpo gélido.  Cientos de preguntas sin respuestas es lo que mi alma cosecha  en el silencio. Y mientras la realidad golpea sin parar,  mi espíritu confuso me abandona,  dejándome transitando sobre un camino inerte absolutamente solo. Puedo gemir en el dolor que me acecha,  pero nada es congruente.  Solo esa triste melancolía que ocupa todo mi ser,  sofocándome en el arrullo de un sueño moribundo.  Y la ansiedad de no encontrar razones  en medio de tanta lógica mal trecha  que me atrapa en las garras sin cura.  Me arrodillo frente a la confusa mente que tengo  y busco un poco de comprensión,  pero nada me quita ese vacío dentro de mí.  Entonces tomo la cuerda de mi estropeada cometa  y corro entre sombras para hacerla volar lo más alto que puedo, porque no quiero ver el mundo obstinado en destruirme.  Tocar el cielo gris en lo alto,